Martes IV Semana del Tiempo Ordinario
«No tengas miedo, solo ten fe»
📖 Segundo Libro de Samuel 18, 9-10.14b.24-25a.30-32.19,1-3
Al verlo, un hombre avisó a Joab: «¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!».
Entonces Joab replicó: «No voy a perder más tiempo contigo». Y tomando en su mano tres dardos, los clavó en el corazón de Absalón, que estaba todavía vivo en medio de la encina.
David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela, que había subido a la azotea de la Puerta, encima de la muralla, alzó los ojos y vio a un hombre que corría solo.
El centinela lanzó un grito y avisó al rey. El rey dijo: «Si está solo, trae una buena noticia». Mientras el hombre se iba acercando,
El rey le ordenó: «Retírate y quédate allí». El se retiró y se quedó de pie.
En seguida llegó el cusita y dijo: «¡Que mi señor, el rey, se entere de la buena noticia! El Señor hoy te ha hecho justicia, librándote de todos los que se sublevaron contra ti».
El rey preguntó al cusita: «¿Está bien el joven Absalón?». El cusita respondió: «¡Que tengan suerte de ese joven los enemigos de mi señor, el rey, y todos los rebeldes que buscan tu desgracia!».
El rey se estremeció, subió a la habitación que estaba arriba de la Puerta y se puso a llorar. Y mientras iba subiendo, decía: «¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío!».
Entonces avisaron a Joab: «El rey llora y se lamenta por Absalón».
La victoria, en aquel día, se convirtió en duelo para todo el pueblo, porque todos habían oído que el rey estaba muy afligido a causa de su hijo.
📖 Salmo: 86(85), 1-2.3-4.5-6
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!
📖 Evangelio según Marcos 5, 21-43
21 Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, y mucha gente vino a su encuentro, reuniéndose a su alrededor, así que Él se quedó junto a la orilla. 22 Entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, vino y viendo a Jesús, se postró a sus pies. 23 Le rogaba insistentemente: “Mi hijita se está muriendo! ¡Ven conmigo y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva!”.
24 Jesús fue con él y una gran multitud lo seguía y lo apretujaba por todos lados.
25 Pero una mujer que había estado sangrando durante doce años estaba entre la multitud. 26 Ella había gastado todo lo que tenía, tratándose con muchos médicos y esto la hacía sufrir mucho ya que en vez de mejorar, se había empeorado cada vez más. 27 Cuando escuchó hablar de Jesús, vino entre en la multitud y, alcanzándolo por detrás, le tocó su manto, 28 porque pensaba: “Si solo toco su manto, seré salvada”. 29 De inmediato dejó de sangrar, y se dio cuenta en su cuerpo que había sido sanada de la enfermedad.
30 De repente Jesús, dándose cuenta qué poder había salido de Él, se volvió hacia la multitud y preguntaba: “¿Quién tocó mi ropa?”
31 Los discípulos le decían: “Ves cómo estas personas te aprietan por todos lados y todavía preguntas: ¿Quién me ha tocado?
32 Pero Él siguió mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho. 33 Entonces la mujer, sabiendo lo que le había sucedido, se arrojó a sus pies, temblando de miedo, y lo contó todo. 34 Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz; eres libre de tu sufrimiento”.
35 Jesús todavía estaba hablando, cuando vinieron algunos sirvientes de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle: “Tu hija murió. No molestes más al Maestro”.
36 Pero Jesús, después de haber escuchado la noticia, le dijo al jefe de la sinagoga: “No tengas miedo, solo ten fe”.
37 Jesús no permitió que nadie fuera con Él, solo Pedro, Santiago (llamado Jacobo) y Juan, el hermano de Santiago. 38 Cuando entraron a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús encontró desorden allí, con todos los que estaban llorando y gritando. 39 Entrando les dijo: “¿Por qué tanto llanto y tanto desorden? La niña no murió, ella está durmiendo”.
40 Entonces comenzaron a burlarse de Él, pero Jesús echando todos afuera, tomó al padre de la niña, la madre y los que estaban con Él, y entró donde estaba la niña.
41 Tomándola de la mano, le dijo: “Talitá kum!”. Esto significa “Chiquilla, te digo: ¡Levántate!”.
42 Al instante, la niña, que tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar y todos estaban muy asombrados. 43 Entonces les ordenó estrictamente que no contaran esto, y les dijo que le dieran de comer a la niña.
TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR
😇Palabra del Señor