«El Hijo del Hombre morirá»
Hno. Ricardo Grzona, frp
Cristian Buiani, frp
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PRIMERA LECTURA: Isaías 50, 4-7
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24
SEGUNDA LECTURA: Filipenses 2, 6-11
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
TEXTO BÍBLICO: Lucas 22,7. 14-71.23, 1-56
7 Llegó el día de la Fiesta de los Panes sin Levadura, el día en que era necesario sacrificar el cordero para celebrar la Pascua.
14 Cuando llegó el momento, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles 15 y les dijo:
“¡Cómo he querido comer esta cena de Pascua con ustedes antes de mi sufrimiento! 16 Porque les digo que nunca comeré esta cena hasta que se cumpla el Reino de Dios”.
17 Entonces Jesús tomando la copa de vino, dio gracias a Dios y dijo:
“Tomen esto y compártanlo entre ustedes, 18 porque les digo que no volveré a beber este vino hasta cuando venga el Reino de Dios”.
19 También tomó el pan y dio gracias a Dios; luego lo partió y se los dio, diciendo:
“Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.
20 De la misma manera, después de haber cenado, tomó la copa de vino, diciendo:
“Esta copa es la nueva alianza en mi sangre que es derramada por ustedes. 21 Pero la mano del que me traiciona está aquí conmigo en la mesa! 22 En verdad el Hijo del Hombre morirá como ha sido determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien Él es entregado!”
23 Entonces los apóstoles comenzaron a preguntarse entre sí quién de ellos sería el traidor.
31 “¡Simón, Simón! mira que Satanás los ha pedido para desgranarlos como el trigo, 32 pero he rezado por ti, Simón, para que no te falte la fe; y tú cuando vuelvas a mí, fortalece a tus hermanos”.
33 Entonces Pedro le dijo a Jesús:
“¡Señor, estoy listo para ir contigo no solo a la cárcel, sino también de morir contigo!”
34 Entonces Jesús le dijo:
“Te digo, Pedro, que hoy, antes de que cante el gallo, dirás tres veces que no me conoces”.
35 Entonces Jesús preguntó a los discípulos:
“¿Les faltó algo cuando los envié sin bolsa, sin mochila y sin sandalias?”
Ellos respondieron: “No nos faltó nada”.
36 Entonces Jesús les dijo:
“Ahora, quien tenga una bolsa, tómela, y también la mochila; y cualquiera que no tenga una espada debe vender su capa y comprarse una, 37 porque les digo que es necesario que se cumpla todavía en mí lo que ha sido escrito: ‘Fue tratado como si fuera un criminal’; porque lo que ha sido escrito sobre mí tiene que cumplirse”.
38 Entonces sus discípulos dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Él les dijo: “¡Suficiente!”
39 Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al Monte de los Olivos, y sus discípulos fueron con Él. 40 Cuando Jesús llegó al lugar elegido, dijo: “Oren para que no sean tentados”.
41 Luego se apartó de ellos a una distancia de unos treinta metros, y arrodillándose, comenzó a rezar, 42 diciendo:
“Padre, si quieres, ¡quítame esta copa de sufrimiento! Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
43 Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. 44 Jesús sufría mucho, pero oraba con más fuerza que antes, y su sudor comenzó a caer al suelo como grandes gotas de sangre”.
45 Después de orar, se levantó, regresó al lugar donde estaban los discípulos y los encontró durmiendo, porque su tristeza era muy grande. 46 Y les dijo: “¿Por qué están durmiendo? Levántense y recen para que no sean tentados”.
47 Jesús todavía estaba hablando, cuando vino una multitud. Judas, uno de los doce discípulos que guiaba a estas personas, se acercó a Jesús para besarlo. 48 Pero Jesús le dijo: “Judas, ¿es con un beso que traicionas al Hijo del Hombre?”
49 Cuando los discípulos que estaban con Jesús vieron lo que iba a suceder, le dijeron: “Señor, ¿deberíamos atacar a estas personas con las espadas?”
50 Uno de ellos hirió al sirviente del Sumo Sacerdote con una espada y le cortó la oreja derecha. 51 Pero Jesús dijo: “¡Basta ya. ¡Paren eso!”
Luego tocando la oreja del hombre, lo curó. 52 Entonces dijo a los principales sacerdotes, a los oficiales de la guardia del Templo y a los líderes judíos que habían venido a arrestarlo:
“¿Por qué vienen con espadas y palos para arrestarme como si fuera un bandido? 53 Estaba con ustedes todos los días en el patio del Templo, y no intentaron arrestarme. Pero esta hora es de ustedes y también del poder de las tinieblas”.
54 Arrestaron a Jesús y lo llevaron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro los seguía desde lejos. 55 Cuando encendieron un fuego en medio del patio, se sentaron a su alrededor, y Pedro también se sentó entre ellos. 56 Una de las criadas lo vio sentado allí junto al fuego, lo miró directamente y le dijo: “¡Este hombre también estaba con Jesús!”
57 Pero Pedro lo negó, diciendo: “Mujer, ni siquiera conozco a ese hombre!”
58 No mucho después, un hombre lo vio allí y le dijo: “¡Tú también eres uno de ellos!”
Pero Pedro le respondió: “Hombre, no soy uno de ellos”.
59 Aproximadamente una hora después, otro insistió: “Este ciertamente estuvo con Él porque es galileo”.
60 Pero Pedro dijo: “Hombre, ¡no sé de qué estás hablando!”
En ese momento, mientras hablaba, el gallo cantó. 61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro recordó las palabras que el Señor le había dicho: “Hoy, antes de que el gallo cante, dirás tres veces que no me conoces”. 62 Entonces Pedro se fue de allí y lloró amargamente.
63 Los hombres que vigilaban a Jesús se burlaban de Él y lo golpeaban. 64 Cubriéndole los ojos, lo golpeaban en la cara y le preguntaban: “¿Quién te pegó? ¡Profetiza!
65 Y lo insultaban diciéndole muchas otras cosas.
66 Cuando amaneció, los líderes judíos, los principales sacerdotes y algunos maestros de la Ley se reunieron para llevarlo ante el Concilio Superior. 67 Entonces le dijeron: Dinos ¿eres tú el Mesías?”
Él les dijo: “Si digo que sí, no lo creerán. 68 Y si hago una pregunta, no me responderán, tampoco me soltarán. 69 Pero de ahora en adelante el Hijo del Hombre se sentará en el lado derecho del Dios todopoderoso”.
70 Entonces todos preguntaron: “¿Entonces eres tú el Hijo de Dios?”
Jesús les respondió: “ Ustedes dicen que lo soy”.
71 Y ellos dijeron: “¿Qué más testimonio necesitamos? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca”.
3 Entonces Pilato le preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”
Jesús respondiéndole, dijo: “Tú lo dices”.
4 Entonces Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: “No encuentro ninguna razón para condenar a este hombre”.
5 Pero ellos insistían diciendo: “Está causando desorden entre la gente, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea y ahora ha llegado aquí”.
6 Cuando Pilato oyó decir “Galilea”, preguntó si el hombre era galileo, 7 y al saber que Jesús era de la región gobernada por Herodes, Pilato lo envió a él, ya que Herodes también estaba en Jerusalén en ese momento. 8 Herodes estaba muy feliz cuando vio a Jesús, porque había oído hablar muchas cosas de Él y quería verlo hacer un milagro. 9 Entonces le hizo muchas preguntas a Jesús, pero Él nada respondía. 10 Los principales sacerdotes y maestros de la Ley se presentaron e hicieron fuertes acusaciones contra Jesús. 11 Herodes y sus soldados se burlaron de Jesús y lo trataron con desprecio, poniéndole una ropa lujosa y se lo enviaron a Pilato. 12 Ese día, Pilato y Herodes, que anteriormente habían sido enemigos, se hicieron amigos.
13 Pilato reunió a los principales sacerdotes, a los líderes judíos y al pueblo 14 y les dijo: “Me trajiste a este hombre y dijiste que estaba agitando a la gente para hacer una revuelta, pero habiéndolo interrogado yo delante de todos ustedes, no he encontrado ningún delito por estas cosas de las cuales lo están acusando. 15 Herodes tampoco encontró nada en su contra, por lo que nos lo devolvió. Entonces, nada que merezca la pena de muerte ha hecho este hombre, 16 por tanto, lo haré azotar y luego lo liberaré”.
17 En la fiesta de la Pascua, Pilato solía liberar a alguno de los prisioneros pedido por el pueblo. 18 Entonces toda la multitud comenzó a gritar: “¡Mata a ese hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!”
19 Barrabás había sido arrestado por una revuelta en la ciudad y por asesinato.
20 Pilato, queriendo liberar a Jesús, volvió a hablarle a la multitud, 21 pero volvieron a gritar: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”
22 Y Pilato dijo por tercera vez: “Pero, ¿cuál fue su crimen? No veo ningún delito en este hombre que valga la pena de muerte. Lo haré azotar y luego lo dejaré ir”.
23 Pero continuaron insistiendo con gritos, pidiendo que Jesús fuera crucificado; y sus gritos y los de los principales sacerdotes ganaron. 24 Pilato condenó a muerte a Jesús, como se lo pidieron. 25 Les liberó al hombre que querían, el que había sido arrestado por rebelión y asesinato, y entregó a Jesús para que le hicieran lo que quisieran.
26 Entonces los soldados tomaron a Jesús, y en el camino, se encontraron con un hombre llamado Simón, de la ciudad de Cirene, que venía del campo y lo obligaron a cargar la cruz para que la llevara detrás de Jesús.
27 Una gran multitud lo seguía y había algunas mujeres que lloraban y se lamentaban por Él. 28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: “Mujeres de Jerusalén, ¡no lloren por mí, sino por ustedes mismas y por sus hijos! 29 Porque vendrán días en que todos dirán: ‘¡Felices son las mujeres que nunca tuvieron hijos, que nunca dieron a luz y que nunca amamantaron!’ 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’, y también dirán a las colinas: ‘¡Cúbrannos!’ 31 Porque, si todo esto se hace cuando el árbol es verde, ¿qué sucederá cuando esté seco?”
32 También tomaron dos criminales para ser asesinados con Jesús. 33 Cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, allí crucificaron a Jesús y junto con Él a dos delincuentes, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
34 Entonces Jesús dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que están haciendo”.
Luego, sorteando dados, los soldados repartieron la ropa de Jesús entre ellos. 35 La gente se quedó allí mirando, y los líderes judíos se burlaban de Jesús, diciendo: “Salvó a otros. ¡Que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el elegido de Dios!”
36 Los soldados también se burlaban de Él y se acercaban ofreciéndole vinagre, 37 diciéndole: “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate!”
38 En la cruz, sobre su cabeza, había un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas que decían; “Éste es el Rey de los judíos”.
39 Uno de los criminales que fueron crucificados allí estaba insultando a Jesús, diciendo: “¿No eres el Mesías? ¡Así que sálvate a ti mismo y a nosotros también!”
40 Pero el otro lo reprendió, diciendo: “¿No le temes a Dios aun estando bajo la misma condena de muerte? 41 Nosotros verdaderamente padecemos nuestra justa condena, porque estamos recibiendo el castigo que merecemos por las cosas que hemos hecho; pero éste no hizo ningún mal”.
42 Entonces él dijo a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”.
43 Jesús le respondió: “Te digo ciertamente que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
44 Alrededor del mediodía, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. 45 El sol se oscureció y la cortina del Templo se rasgó en dos. 46 Entonces Jesús gritó en voz alta: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”
Después de decir esto, murió. 47 Cuando el oficial del ejército romano vio lo que había sucedido, le dio gloria a Dios, diciendo: “Verdaderamente, este hombre era justo!”
TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVENGELIZADOR
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
Nos preparamos para celebrar el Domingo de Ramos, el tiempo cuaresmal ha quedado atrás, y nos encontramos situados ya en el pórtico espiritual de la Semana Santa. El día de “Ramos” nos recuerda el ingreso triunfal de Jesús a Jerusalén, momentos antes de su pasión y muerte. La liturgia en este día nos presenta dos lecturas del evangelio, una primera que se realiza en el exterior del templo a modo de procesión, sobre el ingreso de Jesús a Jerusalén. Y la segunda lectura, es el evangelio de este día, el extenso relato de la pasión y muerte de Jesús.
Lo paradójico de este día es que recordamos el ingreso de Jesús al pueblo, siendo recibido con extremo júbilo y alegría. Una entrada solemne, conforme a un verdadero rey que es aceptado y querido por su pueblo. Pero que tan solo horas después, estos mismos que lo aplauden y vitorean, levantan su voz para pedir su crucifixión. Es esta situación lo que desconcierta.
El contexto temporal que nos aporta el evangelista es la fiesta de los Ázimos. Fiesta del pueblo judío, que coincidía con el primer día de la pascua, en que se inmolaba la victima pascual: que solía ser un cordero sin manchas.
La obra de Cristo llega a su punto culminante. La “hora” de Jesús ha llegado. Él cumple la voluntad del Padre, ofreciendo su Cuerpo y su Sangre. Y antes de hacerlo en la cruz, lo hace en la Última Cena, donde nos deja el recuerdo vivo de su amor, bajo los signos del pan y del vino. La Eucaristía realiza plenamente lo que estaba figurado en la Pascua judía y es una imagen misteriosa del Reino futuro, donde comeremos y beberemos sentados a la mesa del Padre.
Lucas en todo el relato, acentúa el carácter pascual de la Última Cena, presentando un paralelo entre la celebración del viejo y del nuevo rito. Cristo es ahora el nuevo cordero, el nuevo sacrificio expiatorio.
Las autoridades judías deciden la muerte de Jesús, y Él se entrega voluntariamente. Los distintos episodios de su Pasión son generalmente conocidos. Lo importante es descubrir su contenido, comprender que los sufrimientos del Señor son la expresión más elocuente del amor de Dios, que quiere salvar a los hombres.
Jesús vive su “hora” con especial cercanía a su Padre, y lo hace por medio de la oración. En el Monte de los Olivos, Jesús ora diciendo “Padre que se haga tu voluntad y no la mía”. En estos momentos Jesús experimenta la soledad, muchos de los suyos en este momento de padecimiento no están.
El relato de la pasión esta cargado de situaciones dramáticas y vertiginosas. El anuncio de la traición de uno de sus discípulos, que horas más tarde lo entregaría por pocas monedas: Judas. El anuncio de las negaciones de otro discípulo al que le ha confiado mucho: Pedro. El arresto de Jesús. Las negaciones propiamente dichas del apóstol Pedro. Y todo el padecimiento del Señor en el sanedrín ante las autoridades.
Jesús también vivió en su propia carne las injusticias del mundo, soportando un juicio plagado de mentiras, odio y venganza. Las interrogaciones hechas exasperan a las autoridades, en sus mentes solo tienen una aspiración: condenarlo a muerte. Pero se “lavan las manos”, dejando que el pueblo decida por ellos sobre que hacer con él. Y eligen liberar a un bandido, y crucificar al hijo de Dios.
De allí en adelante comienza un largo, doloroso, y redentor camino hacia la cruz. En este caminar ocurren hechos muy significativos, encuentros cargados de emotividad y delicadeza.
Llegado al Monte Gólgota, que significa de la Calavera, fue crucificado. En este mismo lugar los judíos veneraban la tumba de Adán. Esta imagen es un paralelismo: Jesús “el hombre nuevo” muere sobre la tumba del hombre viejo, para abrir las puertas del Reino a la “humanidad caída”.
No se trata de descubrir o señalar “culpables” del Sacrificio de Jesús. Los culpables somos todos, y él pide por todos: “Padre, perdónalos, porque nos saben lo que hacen”. Su sangre purifica a todos los hombres y sella la Nueva Alianza, el nuevo pacto de amor que Dios ofrece a la humanidad.
Sus palabras antes de morir fueron dirigidas a su Padre: “en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Un centurión, que estando presente y viendo todo lo ocurrido se expreso diciendo “realmente este hombre era inocente”. Quien reconoce la inocencia de Jesús, no es un doctor de la ley o un “piadoso judío”, sino un pagano que no puede callar lo que ha visto y oído. Los textos de los evangelistas Mateo y Marcos ponen en labios del centurión: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
Reconstruimos el texto:
- ¿Cómo comienza el relato?
- ¿Cuál es el contexto en el que ocurren los hechos?
- ¿Cuáles son las palabras que Jesús utiliza para la bendición del pan y del vino?
- ¿Cuál de los discípulos es quien traiciona a Jesús?
- ¿Que le asegura Jesús a Pedro que ocurrirá antes de que cante el gallo?
- ¿Cuál es la oración que Jesús hace en el Monte de los Olivos?
- ¿Con que preguntas Pilato interroga a Jesús? ¿Cuáles son las respuestas del Señor?
- ¿En que lugar crucificaron a Jesús?
- ¿Cuáles son las últimas palabras de Jesús ante de morir?
- ¿Qué dice el centurión al ver lo ocurrido en la crucifixión?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
- En primer lugar dejo que la Palabra siga haciendo “ruido” en mí interior, para poder meditar en profundidad este misterio de la pasión de nuestro Señor.
- ¿En que momentos de mi vida soy como este pueblo de Jerusalén, que un día aplaude al Señor y al otro día lo crucifica?
- ¿Qué significan para mí estas palabras de Jesús sobre el pan y el vino? ¿Comprendo esta manera tan particular de estar presente en medio nuestro? ¿Me acerco a este sacramento? ¿Soy consciente que las palabras de la consagración son las palabras de Jesús?
- ¿Me acerco en la oración como lo hace Jesús en cada momento de su vida? ¿O solo me acerco ante el peligro y la necesidad? ¿Pido por los demás, o pienso solo en mí? ¿Pido e intento cumplir su voluntad, y no la mía?
- ¿Qué significa para mí la Pasión y muerte de nuestro Señor? ¿Qué siento, que experimento ante este “drama”? ¿Miro la situación como espectador o como protagonista? ¿Entro en la escena?
- ¿Comprendo que la muerte de Jesús, es por mí y es por todos? ¿O pierdo la noción de este hecho, y vivo el relato de la pasión como un hecho histórico y nada más?
- ¿Por último, comprendo que la muerte de Jesús (y la muerte en sí), es el camino hacia una nueva vida en plenitud?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
Hay, Señor, en tu adorable Pasión, una palabra que sin vibrar en mis oídos, llega a lo más profundo de mis entrañas, que me conmueve, admira y enternece y habla como ninguna… No es la palabra de los discípulos que te niegan, ni la de los jueces que te escarnecen, ni la de los sayones que te insultan, ni la de la plebe que te blasfema, ni siquiera la de las piadosas mujeres que te compadecen…
Es la palabra que tu no has pronunciado, la de tu silencio, severo, grave, solemne, no interrumpido ni para quejarte, disculparte, justificarte, ni menos para recriminar, volver por tu honra y la de los tuyos, revindicar tu vida, hundir en los abismos de la nada a tus acusadores…
¡Silencio largo, adorable, misterios de tu Pasión! ¡Cuánto confundes mi afán de justificarme, disculparme, razonar, volver por los fueros de mi orgullo, egoísmo y amor propio! ¿Cuándo, Señor, cuándo aprenderé tu silencio, y cuándo sabré que Tú, y sólo Tú eres el que justificas y condenas y que el juicio y estima de los hombres nada valen si Tú no los sancionas?
¿Cuándo, Jesús mío, aprenderé a callar, a hablar poco con los hombres y a hablar mucho contigo?
¿Cuándo imitare tu silencio, humilde, paciente, adorable?
¡Oh Jesús callado, dame la virtud de tu silencio!
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.
– AMÉN –
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:
«El Hijo del Hombre morirá»
(Versículo 22)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Durante esta semana invitaré a algún amigo, familiar o conocido que pueda llegar a estar “alejado” de su fe, para invitarlo a vivir la semana santa en plenitud, acompañándolo a misa, confesión, adoración, etc.
En el grupo, nos comprometemos a practicar gestos de amor y caridad en esta semana santa. Nos acercaremos preferencialmente a los más necesitados y débiles para ayudarles según sus necesidades, y compartiendo la alegría de Fe.