«Dios no envió a su Hijo para condenar»
Hno. Ricardo Grzona, frp
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PRIMERA LECTURA: 2 Crónicas 36, 14-16.19-23
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 137(136), 1-2.3.4-5.6
SEGUNDA LECTURA: Efesios 2, 4-10
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
TEXTO BÍBLICO: Juan 3, 14-21
14 “Así como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente de bronce, también el Hijo del Hombre debe ser levantado, 15 para que todos los que creen en Él puedan tener vida eterna. 16 Porque Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todos los que creen en Él no mueran, sino que tengan vida eterna. 17 Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvado por Él”.
18 “El que cree en el Hijo no es juzgado; pero el que no cree, ya ha sido juzgado porque no cree en el único Hijo de Dios. 19 Y así es como se realiza la condenación: cuando la luz vino al mundo, las personas amaron más las tinieblas que la luz porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que practica el mal odia la luz y huye de ella, para que sus obras no sean censuradas. 21 Pero aquel que vive de acuerdo con la verdad busca la luz, para que se pueda ver claramente que sus obras se realizan de acuerdo con la voluntad de Dios”.
TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
En este cuarto domingo de Cuaresma, el Evangelio de Juan nos presenta un episodio muy importante, recordándonos la Pascua Nueva, que es el punto central de todo su escrito. Jesús es el centro de la Historia de la Salvación y por lo tanto, todo lo escrito en los libros sagrados del Antiguo Testamento, tienen relación con Él y con el misterio Pascual.
Jesús está hablando a Nicodemo, quien vino a verlo de noche para dialogar con Él. Y aún cuando Nicodemo le dice que sí entiende que viene de Dios por los signos que realiza, muchas preguntas surgen. Este diálogo es una síntesis de esta Historia de Salvación. Donde el mismo Jesús se presenta como “el que bajó del cielo” y obviamente subió al cielo (recordemos que desde la Pascua de Jesús hasta que se escribiera el Evangelio de Juan han pasado unos sesenta años por lo menos y todo será en referencia a la pasión, muerte y resurrección de Jesús, el Hijo de Dios bajado del cielo).
El relato nos recuerda el libro de los números en el Capítulo 21. El pueblo que pasaba por el desierto en su purificación de los cuarenta años, en una parte aparecieron unas serpientes que picaban a los israelitas y éstos morían. Entonces Yahveh le ordenó a Moisés hacer una serpiente de bronce como un símbolo para ponerla sobre un bastón o mástil y cada vez que uno de los israelitas era mordido por una serpiente, solamente mirando la serpiente de bronce, quedaba curado. Para un diálogo, Jesús, el maestro comienza por las cosas que las personas conocen. Este hombre que era fariseo, y que también conocía la Ley, era fácil entender lo que le explicaba Jesús. Por esa razón, esta parte del diálogo comienza diciendo: “así como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado el Hijo del Hombre, para que quien crea en él tenga vida eterna” (versículos 14 – 15).
La centralidad ahora está en la Cruz de Cristo, el que viene a salvar del maligno enemigo. Todos los seres humanos hemos sido “picados” por la “serpiente” es decir, hemos muerto por por el pecado inducidos por el enemigo de Dios, que en la antigüedad se representaba por la serpiente (recordemos el libro del Génesis, es la serpiente la tentadora). Ahora toda esta simbología cobra un nuevo sentido en Jesús, quien es que será alzado en el mástil de la cruz, en el instrumento de tortura más espantoso, para que desde allí, todos aquellos que lo miremos con fe podamos tener vida eterna.
La Síntesis es muy clara:
- Tanto amó Dios al mundo que no quiso que muriera.
- Entregó a su Hijo al mundo, para que quien crea en Él, entonces tenga vida eterna.
- El Hijo no vino para juzgar, sino que vino para salvar a todo el que crea en el Hijo.
- Los que no creen ya quedaron juzgados, y el juicio es que llegó la luz y los de la oscuridad prefirieron las tinieblas.
- Quien obra mal, no se acerca a la luz para que no se conozcan sus obras malas.
- El que obra la verdad se acerca sin miedo a la luz.
Las palabras claras aquí son: Muerte y Vida eterna; no creer y Creer; Perdición y Salvación; Tinieblas y luz. Todo con su explicación en Jesús el Cristo, el Mesías, el Salvador, el Redentor.
Reconstruimos el texto:
- ¿Cómo comienza este relato?
- ¿A quién le está explicando estas cosas Jesús?
- Jesús explica que será levantado para salvación de todos los que en Él crean ¿Qué pasaje bíblico del Antiguo Testamento recuerda?
- ¿Para qué envió el Padre a su Hijo amado? ¿Cuál es la misión del Hijo del Hombre?
- ¿Qué pasa con los que creen en Jesús?
- ¿Qué pasa con los que no creen?
- ¿En qué consiste el juicio, según esta narración?
- ¿Dónde prefieren estar los que obran bien y lo que obran mal, de acuerdo a la luz?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
- Jesús nos recuerda el Antiguo Testamento. Es en Jesús que se cumplen las Escrituras. ¿Tengo también presente toda la Biblia cuando me refiero a mi fe?
- El maligno enemigo de Dios está tentándome frecuentemente. ¿Soy capaz de tener la humildad de mirar la Cruz de Jesús, como el símbolo de salvación más importante, donde Dios ha querido reconciliarse con los que somos pecadores?
- ¿Tomo la cruz de Jesús en serio, me identifico con Cristo crucificado, que sufrió por mí y por mi liberación del mal, del pecado y de la muerte?
- ¿Llevo con orgullo la cruz de Cristo y me manifiesto abiertamente cristiano?
- Hoy hay muchas formas de cristianos “light”, porque ven el cristianismo como un tiempo o momento de esparcimiento y muchas cosas periféricas al Señor. ¿Entiendo que no hay un cristianismo sin cruz? ¿Qué también yo debo ser seguidor, discípulo de un crucificado?
- ¿Soy capaz de hablar de Cristo a mis amigos, colegas, a los que me rodean? ¿Oculto mi fe ante el mundo?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
Vamos a tomar la Segunda Lectura de este Domingo y vamos a hacerla propia, tomada de la Carta a los Efesios:
2,4: Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor que nos tuvo, 2,5: estando nosotros muertos por nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo —¡ustedes han sido salvados gratuitamente!—; 2,6: con Cristo Jesús nos resucitó y nos sentó en el cielo, 2,7: para que se revele a los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia y la bondad con que nos trató por medio de Cristo Jesús.
2,8: Porque ustedes han sido salvados por la fe, no por mérito propio, sino por la gracia de Dios; 2,9: y no por las obras, para que nadie se gloríe.
2,10: Somos obra suya, creados por medio de Cristo Jesús para realizar las buenas acciones que Dios nos había asignado como tarea.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
Añadimos nuestras intenciones de oración.
Amén.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Como interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
«Dios no envió a su Hijo para condenar»
(Versículos 17)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
En lo personal, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Es importante tomar una actitud de asumir el texto sagrado. Debo preguntarme muy seriamente cuál es la actitud que tomaré para mostrar mi cambio. Cómo diré que sí creo que Cristo es mi Salvador, Redentor. Voy a realizar una acción muy humilde, que me recuerde la humillación de Cristo. Elegiré algo que sea muy sencillo, por ejemplo iré a limpiar la casa de personas ancianas que no pueden hacerlo, o cuidar algún enfermo, o algún acto de caridad que me recuerde la humildad que el Señor me pide.
Con tu grupo, vamos a invitar a otras personas a una celebración propia de adoración a Jesús en la Cruz. Haremos algo propio de la Cuaresma, intensificar la oración, pero tomando este texto bíblico. Invitamos a todos los participantes también a expresar públicamente su fe en Cristo Jesús, Señor Crucificado en quien obtenemos la salvación. Siempre acompañamos nuestra oración con acciones y obras de caridad que demuestren nuestra fe, atendiendo a los más necesitados.