«No tengas miedo, solo ten fe»
Hno Ricardo Grzona, frp
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PRIMERA LECTURA: Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 30(29), 2.4.5-6.11.12a.13b
SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 8, 7.9.13-15
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
TEXTO BÍBLICO: Marcos 5, 21-43
20 Entonces él se fue y comenzó a contar en la Decápolis, la región de las diez ciudades, lo que Jesús había hecho por él. Y todos estaban asombrados.
21 Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, y mucha gente vino a su encuentro, reuniéndose a su alrededor, así que Él se quedó junto a la orilla. 22 Entonces uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, vino y viendo a Jesús, se postró a sus pies. 23 Le rogaba insistentemente: “Mi hijita se está muriendo! ¡Ven conmigo y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva!”.
24 Jesús fue con él y una gran multitud lo seguía y lo apretujaba por todos lados.
25 Pero una mujer que había estado sangrando durante doce años estaba entre la multitud. 26 Ella había gastado todo lo que tenía, tratándose con muchos médicos y esto la hacía sufrir mucho ya que en vez de mejorar, se había empeorado cada vez más. 27 Cuando escuchó hablar de Jesús, vino entre en la multitud y, alcanzándolo por detrás, le tocó su manto, 28 porque pensaba: “Si solo toco su manto, seré salvada”. 29 De inmediato dejó de sangrar, y se dio cuenta en su cuerpo que había sido sanada de la enfermedad.
30 De repente Jesús, dándose cuenta qué poder había salido de Él, se volvió hacia la multitud y preguntaba: “¿Quién tocó mi ropa?”
31 Los discípulos le decían: “Ves cómo estas personas te aprietan por todos lados y todavía preguntas: ¿Quién me ha tocado?
32 Pero Él siguió mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho. 33 Entonces la mujer, sabiendo lo que le había sucedido, se arrojó a sus pies, temblando de miedo, y lo contó todo. 34 Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha sanado. Ve en paz; eres libre de tu sufrimiento”.
35 Jesús todavía estaba hablando, cuando vinieron algunos sirvientes de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle: “Tu hija murió. No molestes más al Maestro”.
36 Pero Jesús, después de haber escuchado la noticia, le dijo al jefe de la sinagoga: “No tengas miedo, solo ten fe”.
37 Jesús no permitió que nadie fuera con Él, solo Pedro, Santiago (llamado Jacobo) y Juan, el hermano de Santiago. 38 Cuando entraron a la casa del jefe de la sinagoga, Jesús encontró desorden allí, con todos los que estaban llorando y gritando. 39 Entrando les dijo: “¿Por qué tanto llanto y tanto desorden? La niña no murió, ella está durmiendo”.
40 Entonces comenzaron a burlarse de Él, pero Jesús echando todos afuera, tomó al padre de la niña, la madre y los que estaban con Él, y entró donde estaba la niña.
41 Tomándola de la mano, le dijo: “Talitá kum!”. Esto significa “Chiquilla, te digo: ¡Levántate!”.
42 Al instante, la niña, que tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar y todos estaban muy asombrados. 43 Entonces les ordenó estrictamente que no contaran esto, y les dijo que le dieran de comer a la niña.
TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
Este es el XIII Domingo del Tiempo Ordinario, y la liturgia nos sigue conduciendo en la lectura del Evangelio del Apóstol San Marcos. En este caso nos presenta dos grandes hechos; la curación de una mujer y la resurrección de la hija de Jairo.
Ambos relatos presentan a dos mujeres como protagonistas en relación con Jesús, por un lado una niña, y por otro una mujer adulta. Ambas están sufriendo ante una situación que amenaza en mayor y en menor medida la vida.
Estos hechos se contextualizan estando Jesús entre una gran multitud que lo seguía y acompañaba, muchos de ellos esperaban ver algún signo asombroso o sobrenatural. El relato comienza presentando un caso: el de Jairo, y en medio del desarrollo de este se origina otro de similares características entorno al tema central, sobre la fe y el poder de Dios.
Jairo es uno de los jefes de la sinagoga, estos tenían una posición de honor, responsabilidad, y poder en medio del pueblo. Él se presenta ante Jesús, arrojándose a sus pies, de lado queda su categoría de jefe de la sinagoga, o el temor por los prejuicios que dicho gesto podría generar en los judíos. Jairo no era seguidor, ni discípulo del Maestro, al contrario podemos entrever que Jairo conocía racionalmente quien era Jesús, pero no se atrevía a acercarse a él, y a reconocerlo hasta que el peligro amenazo su felicidad.
Es el peligro de muerte que su hija atraviesa, lo que lo lleva a “disminuir” hasta el punto de arrojarse a los pies del Señor para implorar la sanación de su hija. Pero a la vez es la Fe y la confianza que expresa Jairo en la persona de Jesús, sabe que solo Él puede cambiar su suerte.
Al ser comunicado por alguno de sus servidores que su hija había muerto, Jesús le pide que no tenga miedo. Este pedido de no tener miedo va unido al de mantener la Fe.
Jesús sólo escoge a algunos para que lo acompañaran a la casa, Pedro, Santiago y su hermano Juan, recordemos que éstos mismos estuvieron en momentos trascendentales de Jesús, como fue la transfiguración.
Al llegar a la casa se encontraron con la algarabía que normalmente genera la muerte de un niño, miembro de unas de las familias del pueblo. Pensemos lo que habrán sentido y pensado quienes allí se encontraban al ver llegar a Jesús junto a Jairo, cuantas expresiones de incredulidad, y de burlas hacía su persona, más aún cuando expreso que la niña no se encontraba muerta sino dormida.
Al tomar la mano de la niña Jesús le dice “niña, yo te lo ordeno, levántate”. Junto a ella se encontraban sus padres, que presenciaron como su hija volvió a la vida, recobrando la salud y la fuerza.
Jesús ordena que nadie se enterara de lo ocurrido, esto mismo lo hace en la mayoría de las curaciones y de los milagros obrados, para no generar falsas ideas acerca de su persona como Mesías.
El otro relato que se entrelaza es el de una mujer, que alguna vez había oído hablar de Jesús, de sus palabras, signos y prodigios. Sufría de hemorragias desde hacía muchos años, esto no sólo era un problema para su salud, sino que incluía en sí, un problema social. Por padecer este mal, era marginada y excluida del pueblo, porque para la ley era considerada impura, y causante de impureza (Levítico 15, 25-27). Y además de estos males, estaba abatida, durante mucho tiempo gastó sus bienes, sus fuerzas, y esperanzas en médicos y curanderos, sin resultado alguno.
Estando en medio del gentío que rodeaba a Jesús, y confiando que solo él tenía la cura a sus males, tocó el manto del Maestro. Lo hace con la seguridad que la Fe sólo otorga, que de esa forma quedaría curada, sabiendo aún que no tenía permitido hacerlo, porque las normas y las costumbres la consideraban impura.
Jesús siente la fuerza que sale de Él, y pregunta quién lo ha tocado. La multitud se sorprende por la pregunta, todos ellos lo estaban apretujando a su alrededor, y de una forma estaban en contacto permanente.
La mujer sintiéndose curada, se acerca a Jesús, y se arrodilla ante Él. Estaba asustada y temblorosa. Por un lado el miedo a ser amonestada por su atrevimiento al quebrantar los códigos legales, y por el otro lado es lo que conocemos como temor de Dios, típica reacción ante la presencia y la manifestación del Señor en nuestras vidas.
“Hija tu fe te ha salvado, vete en paz porque estas librada de tu mal”. Jesús la llama hija, rompe con su soledad y con la marginación a la que estaba acostumbrada, para tenderle la mano, y hacerla sentir tan cercana, como un pariente. Esta actitud de confianza que es la Fe, le dio ánimo para acercarse a Jesús y a tocar su manto, de lo contrario no hubiera podido ser curada.
Dos relatos, dos mujeres, y un tema central: la Fe. En ambas Jesús pasa por sus vidas, y ellas se dejan tocar por Él: en una, la hemorragia deja de existir, y en la otra recobra la vida. Regresa la esperanza a sus vidas, como una consecuencia inmediata de la Fe. Este es el poder de Jesús que no tiene límites, capaz de transformar desde las pequeñas cosas, hasta dar vida donde solo hay muerte.
Reconstruimos el texto:
- ¿En qué se transportaba Jesús, según el inicio del relato?
- ¿Quién era Jairo, y que hace al ver a Jesús? ¿Qué le pide?
- Había entre la multitud una mujer que sufría ¿Qué le ocurría?
- ¿Qué pensaba que le ocurriría si tocaba el manto de Jesús?
- ¿Qué ocurrió al tocarlo?
- ¿Siente algo Jesús, al ser tocado? ¿Qué le pregunta a la multitud? ¿Qué les responden?
- ¿Qué le dice Jesús a la mujer luego de arrojarse a sus pies?
- ¿Al ser notificado Jairo sobre la muerte de su hija, que palabras le dijo Jesús?
- ¿Cuáles eran los discípulos que lo acompañaban?
- ¿Cómo recibieron la presencia, y palabras de Jesús la multitud que estaba en la casa de la niña?
- ¿Al tomar la mano de la niña, que palabras les dirigió Jesús? ¿Qué ocurrió?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
- ¿Alguna vez el Señor se cruzó en mí vida, y cambió mi existencia? ¿Cómo lo recuerdo? ¿Están mis ojos atentos para reconocer su presencia en todo lugar y momento, o estoy “entretenido en otras cuestiones que me pueden dejar pasarlo de largo?
- ¿Al entrar en su presencia, soy como Jairo o como la mujer hemorroísa que se postran a los pies del Señor? ¿Le encomiendo mi dolor, mi problema, eso que me tiene preocupado, para dejárselo en sus manos, para que de este modo sea transformado?
- ¿En qué o quién tengo puesta mi esperanza? ¿Tengo puesta mi esperanza en el Señor? ¿Entiendo que la esperanza en Jesús no defrauda?
- ¿Me atrevo a salir al encuentro del Señor, para tocar su manto, y ser encontrado por Él? ¿Estoy dispuesto a tocar el “manto” de su Palabra, y de su Vida, para hacerlas propias en mí?
- ¿Soy como la hemorroísa que a pesar de ser considerada impura, se dirigió de todos modos al Señor, dejando de lado los prejuicios y condicionamientos? ¿O por considerarme pecador concibo que eso me frena a acercarme? ¿Entiendo que el Señor me espera y ama siempre, más allá de mis condiciones y debilidades?
- ¿Comprendo que la Fe es un gran regalo de Dios en mí vida? ¿Imagino como sería esta sin Fe? ¿Le pido al Señor la fortaleza para creer, y aumentar mi fe?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
Señor, danos una fe viva, esa fe
de la que tu dijiste que era capaz
de mover montañas….
Danos esa fe viva que nos haga
contemplarte en todas las cosas,
y a todas las cosas verlas también
en ti.
Danos esa fe que infundiste a
los apóstoles, que nos haga capaces
de desafiar todos los elementos que
se opongan a la realización de tu
voluntad y de tu gloria.
Danos aquella confianza que hacía
exclamar a tu apóstol Pablo:
» sé en quién he confiado»
y así fuertes en la fe permítenos
seguir adelante hasta que rindamos
la jornada, y nos presentemos delante
de ti para recibir la recompensa,
aquella recompensa que tú tienes
preparada para tus siervos que quisieron
servirte en las cosas pequeñas.
Danos también una fe muy grande que nos
permita penetrar muy profundamente en
el conocimiento de las cosas de Dios.
Y que a ese deseo tuyo: » si conocieras
el don de dios», que expresa tu deseo
de que busquemos tus cosas, podamos
responderte: Señor, ahora lo conozco, el,
el Espíritu Santo, ha realizado en mí alma
la obra de transformación en Cristo»
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos:
Amén.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:
«No temas, basta que tengas fe»
(Versículo 36)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita aumentar mí Fe, y a ser motivo para que otros puedan encontrarse con Cristo, y vivir este don precioso. Pensaré en personas concretas que están viviendo momentos de dificultad, para compartir una palabra que pueda aumentar en ellos su fe. Intentaré dar testimonio de mi vida, y de lo importante que es en ella la Fe.
En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad creyente, capaz de aumentar la Fe en el mundo. Nos comprometemos disponiendo el tiempo para un momento de visita a quien más necesite que le estimulemos su fe, ancianos, enfermos, desamparados. Los que consideren como grupo, que hay que ayudar y demostrar nuestro cambio.