«El que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido»
Hno. Ricardo Grzona, frp
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PRIMERA LECTURA: Malaquías 1, 14–2, 2. 8-10
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 130, 1.2.3
SEGUNDA LECTURA: 1 Tesalonicenses 2, 7-9. 13
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
-Amén-
TEXTO BÍBLICO: Mateo 23, 1-12
1 Entonces Jesús le habló a la gente y a sus discípulos, 2 diciéndoles lo siguiente: “Los maestros de la ley y los fariseos tienen la autoridad de interpretar la Ley de Moisés. 3 Por tanto, todo lo que ellos les digan, obsérvenlo y háganlo; pero no imiten sus acciones, ya que no hacen lo que enseñan. 4 Ya que atan cargas pesadas y las ponen en la espalda de otros, pero ellos mismos ni siquiera con un dedo las quieren mover. 5 Todo lo que hacen es para ser visto por otros, por eso ensanchan sus distintivos religiosos y alargan los adornos de sus mantos. 6 Prefieren los mejores lugares en los banquetes y los lugares de honor en las sinagogas. 7 Les gusta ser saludados con respeto en las plazas y ser llamados ‘maestros’. 8 Sin embargo, ustedes no permitan que los llamen ‘maestros’, porque uno es el Maestro de ustedes, y todos ustedes son hermanos. 9 Y aquí en la tierra no llamen ‘padre’ a nadie porque ustedes tienen un solo Padre, que está en los cielos. 10 Tampoco permitan que los llamen ‘líderes’ porque ustedes tienen un líder, el Mesías. 11 El más importante entre ustedes es el que sirve a los demás. 12 El que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido”.
TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
En este pasaje el evangelista san Marcos había insertado un discurso muy conciso contra los escribas (Mc 12,38-40). Pero el estilo de los «ayes» o conminaciones no procede de él, aunque también se encuentran en san Mateo y en san Lucas conminaciones que hallamos en san Marcos. Los «ayes» proceden de la fuente común de los discursos de san Mateo y de san Lucas. Probablemente san Lucas ha conservado la redacción más primitiva de este pasaje, ya que refiere tres ayes contra los fariseos y tres contra los escribas o doctores de la ley, lo cual también corresponde al contenido de los ayes en conjunto (Le 11, 39-52). San Mateo adopta la materia global, la llena con la tradición propia, también redacta algunas formulaciones con absoluta independencia y con todo ello forma un gran discurso. En la estructura del evangelio este discurso puede concebirse como un equivalente del sermón de la montaña, que empieza con las bienaventuranzas (capítulos 5-7). Allí se proclama la doctrina de la verdadera justicia, aquí se pone al descubierto la falsa justicia del fariseísmo y de los rabinos. El discurso es de una severidad y vigor insuperables. El reproche central que se repite muchas veces, es el de la hipocresía. De este modo se descubre la llaga de la doctrina deteriorada y de la práctica religiosa.
- Acusación fundada en principios (23,1-7).
1 Entonces Jesús le habló a la gente y a sus discípulos, 2 diciéndoles lo siguiente: “Los maestros de la ley y los fariseos tienen la autoridad de interpretar la Ley de Moisés. 3 Por tanto, todo lo que ellos les digan, obsérvenlo y háganlo; pero no imiten sus acciones, ya que no hacen lo que enseñan. 4 Ya que atan cargas pesadas y las ponen en la espalda de otros, pero ellos mismos ni siquiera con un dedo las quieren mover. 5 Todo lo que hacen es para ser visto por otros, por eso ensanchan sus distintivos religiosos y alargan los adornos de sus mantos. 6 Prefieren los mejores lugares en los banquetes y los lugares de honor en las sinagogas. 7 Les gusta ser saludados con respeto en las plazas y ser llamados ‘maestros’.
Moisés es el primer legislador de Israel. Después de él sólo hay la «tradición de los antepasados»83. En el tiempo de Jesús es de la incumbencia de los escribas o doctores de la ley proteger y proclamar la ley de Moisés junto con la tradición que se desarrolló de esta ley. Así pues, se puede decir que los escribas están sentados en la cátedra de Moisés. Administran la ley y con ella la voluntad de Dios, que encontró su expresión en la ley. Aquí eso se hace constar sin críticas. Desde el principio están juntos los escribas y fariseos, porque Jesús y el evangelista los consideran como grupo unitario. De hecho la secta de los escribas estaba desde antiguo influida por la manera farisaica de pensar y la mayor parte de los escribas procedía del partido de los fariseos. En lo sucesivo — eso ya se aclara por esta introducción — se trata, pues, de la doctrina, de una polémica de principios con la teología rabínica, no solamente de una agresión contra su sola práctica religiosa, como en 6,1-18. La doctrina debe llegar hasta la medula.
La segunda frase (23,3) nombra el segundo objetivo del discurso, o sea dejar al descubierto la falta de unidad entre la enseñanza y las obras. Esta falta de unidad se llama hipocresía. Se debe hacer lo que enseñan, pero no hay que dirigirse por sus propias acciones. Sus instrucciones tienen validez, pero se recusa su ejemplo, ya que está en contradicción con lo que dicen. ¿No se declara aquí válida la doctrina de los fariseos y escribas, y solamente se censura su conducta personal? El desarrollo del discurso sobrepasa ampliamente esta frase y de hecho se dirige contra la doctrina. El contenido del v. 3 ya no se compagina enteramente con el contenido del resto del discurso 84. Pero con todo se tiene que ver que el peso principal de la frase no radica en apoyar la autoridad de los escribas para enseñar, sino en descubrir la discrepancia en su conducta. Con una imagen gráfica se muestra cómo oprimen a los hombres, pero sin vivir previamente lo que exigen. Se parecen a los traficantes que imponen enormes cargas a sus acémilas o camellos. Pero ellos no hacen el menor esfuerzo para hacerlos adelantar. Hay también en aquéllos este contraste entre lo que reclaman a los demás y lo que se exigen a sí mismos: no hay que guiarse por sus propias acciones, porque no están de acuerdo con su doctrina. La próxima frase (23,5) nombra como ulterior motivo para esta advertencia que todas sus obras son fingidas, porque no las hacen por Dios, que conoce lo oculto, sino por los hombres, a quienes obceca la apariencia de una seria piedad.
El reproche de ostentar ante los hombres toda acción piadosa, ya fue antes explicado en tres ejemplos. Cuando dan limosnas, lo publican en las sinagogas y en las calles (6,2). Les gusta orar erguidos en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente (6,5). Cuando ayunan, ponen cara triste y desfiguran el rostro (6,16). Aquí se aportan dos pormenores especialmente ridículos. Ensanchan de una forma peculiar y vistosa las filacterias, en las que se sujetaban pequeñas cápsulas con textos de la ley. En parte se llevaban las filacterias en el brazo, en parte en la frente. Los flecos que se debían llevar en los cuatro extremos de la túnica, los alargan de un modo peculiar, para hacer impresión. Ellos también quieren ser honrados del modo que sea y estar en primer término, ya sea privadamente en la comida, ya sea en el culto divino de la sinagoga o públicamente en las calles y en las plazas. En todas partes sucede lo mismo: se hace una ridícula exhibición, que solamente es fachada huera y descubre un vano afán de prestigio.
En la parte introductoria ya se dice como advertencia «al pueblo y a sus discípulos» (23,1) todo lo que se enumera en particular como directa acusación a partir de 23,13. Se trata de la doctrina teorética y de la realización práctica de la voluntad de Dios, tal como las exponen los escribas y fariseos. Sobre todo, hay que precaverse de su ejemplo. Su vida contradice a su doctrina (23,3). No hacen lo que exigen a los demás (23,4). Y lo que hacen, tiene su origen en la vanidad y en la ambición, y por tanto carece de valor delante de Dios (23,5-7).
La introducción, pues, ya delinea una sentencia demoledora, en la que ya está contenido todo lo siguiente. Jesús pone al descubierto toda la vanidad de una «justicia» casi sin límites, presentada de palabra y de obra. No se conserva ningún hilo bueno, todo está trastornado, todo es vanidoso y enfático, engañoso e hipócrita. La contrafigura repudiada de la verdadera «justicia», descrita por Jesús (5,20ss) y a la que todos nosotros estamos obligados. Esta contrafigura también tiene que servir a los cristianos para control saludable y como advertencia llamada a suscitar un sano temor.
- Reglas para los discípulos (23,8-12).
8 Sin embargo, ustedes no permitan que los llamen ‘maestros’, porque uno es el Maestro de ustedes, y todos ustedes son hermanos. 9 Y aquí en la tierra no llamen ‘padre’ a nadie porque ustedes tienen un solo Padre, que está en los cielos. 10 Tampoco permitan que los llamen ‘líderes’ porque ustedes tienen un líder, el Mesías. 11 El más importante entre ustedes es el que sirve a los demás. 12 El que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido”.
En este pasaje se intercala en el discurso una advertencia especial a los discípulos. Ellos también forman parte de los oyentes (23,1). Los tres casos en que se dice cómo nadie debe denominarse en la comunidad cristiana, no son ejemplos tomados sin orden ni concierto, sino que representan un fragmento de la ordenación de la primitiva comunidad. En el ambiente judío los discípulos tenían que evitar todo lo que podía ser confundido con los ejemplares hombres piadosos del otro lado. Éstos se hacen llamar respetuosamente rabí (es decir «mi maestro»), pero los discípulos renunciarán conscientemente a este título. Entre aquellos hombres, a los piadosos maestros especialmente conspicuos y venerables se los llama «padre», pero los discípulos evitarán darse este tratamiento. Lo mismo se puede aplicar al título de «consejero». Pero no deben hacerlo por táctica para hacer resaltar su independencia con respecto al judaísmo, sino por el nuevo conocimiento de las verdaderas proporciones. No es el primero, el principal, el superior el que así es considerado en la estima de los hombres. En el grupo de los discípulos el mayor es el que se hace menor y como un niño. El que verdaderamente domina es el que sirve, y es grande ante Dios el que se vuelve pequeño ante los hombres.
Pero aquí aún se dice más. Si los discípulos no abrigan la ambición de recibir dignidades y de usar entre sí los títulos aparejados a ellas muestran que no sólo entendieron la doctrina de Cristo por lo que respecta al orden auténtico de grandezas sino que, por añadidura, captaron rectamente su relación con Dios y con Cristo. Ningún hombre puede llevar el título de padre para expresar su dignidad religiosa, porque sólo hay un Padre, que lo es en un sentido tan incomparable y profundo. En la comunidad, no puede usarse el título de consejero ni maestro, porque solamente hay un consejero incomparable, maestro de los discípulos. Todos se limitan a dar lo que reciben. Nadie tiene nada por sí mismo. Nadie puede defender una tesis propia como un rabino de los judíos, ni puede adherirse a una escuela o fundar una nueva. Cada cristiano está enseñado ante todo por Cristo. Cada dirigente es guiado principalmente por él.
Aunque uno no se encariñe con los títulos y dignidades, los versículos en cuestión invitan a reflexionar constantemente en el seno de la Iglesia. E’ título de rabino en una comunidad judeocristiana sonaría de modo distinto que hoy; lo mismo una «viuda» en las primitivas comunidades de las cartas pastorales sería algo muy distinto de una viuda en nuestra sociedad. Pero el pensamiento que se contiene en estos versículos ¿está realmente vivo en los discípulos de la Iglesia actual? ¿Dejamos que estas frases nos inquieten y nos empujen a una conversión? Pues no se trataba tan sólo, en su origen, de suprimir títulos honoríficos superfluos o ridículos, sino de ahogar la insensata ambición de poseerlos o exhibirlos…
12 Pues el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.
Los que se habían ensalzado, como los escribas y fariseos, son humillados en este capítulo por las sentencias de Jesús. Pero son ensalzados todos los que se han hecho servidores de los demás. Eso ya está en vigor ahora, pero sobre todo en el futuro de Dios. El veredicto mira hacia el fin. El tiempo futuro, que aquí se usa, habla del juicio. Entonces para todos quedará al descubierto si han vivido con el espíritu del mundo o con el espíritu de Jesús. Eso saldrá a la luz para los adversarios en tiempo de Jesús y para los fieles en el tiempo de la Iglesia.
Preguntas para recordar el texto bíblico:
- ¿A quién le habló Jesús y que les dijo?
- ¿A quiénes menciona Jesús?
- ¿Cuál es la ley que ellos interpretan?
- Jesús ¿Qué les sugiere que hagan sobre lo que los Maestros de la ley y fariseos, dicen?
- Jesús, les dijo: Todo lo que hacen es ¿Para qué?
- Jesús les dice a la gente y discípulos que no permitan ¿Qué?
- ¿Quién es el más importante?
- ¿Qué sucede al que engrandece y al humillado?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
- ¿La crítica de Jesús a las personas que actúan como los fariseos (dentro y fuera de la iglesia), sigue siendo actual?,
- ¿Ocurre esto en mí grupo, en mi comunidad, en la Iglesia, en los Sacerdotes, en los Obispos?,
- ¿Me siento que a veces actuó igual a ellos? ¿Cómo?
- Hay diferentes tipos de fariseos, desde los que de vez en cuando, hasta los que lo llevan en la sangre y a cada momento lo hacen, ¿Qué tipo de fariseo soy?
- ¿Existe en mí, incoherencias entre lo que digo y creo, con lo que pienso y vivo? ¿Qué debería cambiar?
- ¿En los lugares donde desarrollo mis actividades, me cuesta ceder los puestos de privilegio, o de poder?,
- ¿Me ocurre también en mis actividades en la Iglesia?
- Las obras o acciones que yo hago dentro y fuera de la iglesia ¿Son porque verdaderamente me nacen del corazón o porque deseo destacarme o ensalzarme?
- ¿Cuál es mi opinión o que puedo decir de esto que dijo Jesús? El que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
Dios mío, a veces la mundanidad me envuelve y la actitud de fariseo aparece en mí, y cuando me doy cuenta, te busco para pedirte perdón y pedir perdón por lo que he hecho, envuelve mi corazón de humildad que es lo que da verdaderamente sentido a mi vida. Y ante quienes tienen esta actitud y no lo aceptan o no se dan cuenta, dame la capacidad para hacerles ver esta actitud o tolerarlos y perdonarlos.
Gracias Señor por enseñarnos el camino de la humildad y que podamos ser discípulos coherentes, para que, al anunciarte, mis hermanos nos crean.
Quiero hacer acciones por amor, que me llenen y den sentido a mi vida y no porque busqué destacarme o al final decir hice esto y lo otro, quiero seguirte, así como tú me lo pides.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
Añadimos nuestras intenciones de oración.
Amén
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
«El que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido»
(Versículos 12)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
En lo personal, frente a este texto, hacerme una autoevaluación entorno a las actitudes y valores con los cuáles Jesús señala a los Maestros de la ley y Fariseos, y de esta forma identificar aquellas actitudes o valores que debo corregir y también dar gracias a Dios por aquellas en las que si cumplo con lo que Él nos pide.
Con tu grupo, Siguiendo el proceso del compromiso personal, compartir con el grupo u otra persona la autoevaluación que tuvieron y de manera fraterna proponer cambios que ayuden a encontrarse nuevamente con lo que Dios pide y también orar dando gracias por las actitudes y valores en los nos dimos cuenta que estamos en lo que Dios nos pide.