Jueves XII Semana del Tiempo Ordinario Ciclo A
Reflexión de los Evangelios diarios
Invocamos al Espíritu Santo
“Hoy te pido Espíritu Santo que vengas a mi vida y llenes de alegría y paz mi corazón y otorgues sabiduría a mi mente para poder entender la Palabra de Dios”. Amén
Evangelio según San Mateo 7, 21-29
Jesús dijo a sus discípulos: “No toda persona que me dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino solo quien hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Cuando llegue ese día, mucha gente me dirá: ‘Señor, Señor, por el poder de tu nombre hemos profetizado, por tu nombre hemos expulsado demonios, y hemos realizado milagros en tu nombre’. Entonces claramente les diré: ‘Yo, nunca los conocí. ¡Aléjense de mí los que hacen maldades!’.
Quien escucha estas palabras mías y vive de acuerdo con ellas, es como una persona sabia que construyó su casa en la roca. Cayó la lluvia, vinieron las inundaciones y el viento sopló con fuerza contra esa casa; pero no se cayó porque había sido construida en la roca.
El que escucha estas palabras mías, y no vive de acuerdo con ellas, es como un tonto, que construyó su casa en la arena. Cayó la lluvia, vinieron las inundaciones y el viento sopló con fuerza contra esa casa, pero ésta se cayó y fue completamente destruida”.
Cuando Jesús terminó estas palabras, las multitudes estaban asombradas de su enseñanza, porque les enseñaba como el que tiene autoridad, y no como sus maestros de la Ley.
Palabra del Señor
¿Qué dice el texto?
“Quien escucha estas palabras mías y vive de acuerdo con ellas, es como una persona sabía que construyó su casa en la roca…”.
“El que escucha estas palabras mías, y no vive de acuerdo con ellas, es como un tonto, que construyó su casa en la arena”.
¿Qué nos dice Dios hoy a través de este texto?
Para los judíos el verbo “escuchar” tiene varias connotaciones, que hoy en día deberíamos explicar mejor. Así como en nuestro idioma distinguimos el oír (un verbo donde usamos el sentido del oído y a través de él sabemos de los sonidos esparcidos, por ejemplo, del viento, de la lluvia, del tránsito) del verbo escuchar (que significa prestar atención, interpretar el mensaje, desear que el mensaje se haga vida). Para el pueblo de Israel, el primer y gran mandamiento comienza con “Escucha, Israel…”, la invitación a no ser pasivos “oyentes”, sino más bien escuchas que llevan a la práctica lo escuchado. Escuchar también significa obedecer.
Jesús hace esta comparación que ha dado lugar a muchas obras de arte, y conocemos en las dinámicas juveniles, y podemos también presentárselo a los niños. Los ejemplos son muy concretos y nadie puede decir que no entiende. Esta traducción a un idioma más juvenil nos pone a nosotros al descubierto toda la crudeza de las palabras. Escuchar a Jesús y vivir de acuerdo a lo que Él dice es de sabios. Escucharlo, pero no llevarlo a la práctica es de tontos.
En tantas ocasiones perdemos la paciencia y quisiéramos dejarlo todo atrás y has hemos pensado que el cristianismo está como fuera de moda. Ya vemos hoy en día estos desórdenes que lo primero que atacan a la Iglesia. Y parece que el mundo perdió la paciencia con la Iglesia. ¿Dónde te sitúas tú en este mundo? Es bueno desarrollar más la virtud de la esperanza en una escucha activa de la Palabra de Jesús. Eso nunca pasará de moda.
Te invito a repetir varias veces un estribillo de un Salmo y hazlo con fervor y alegría.
“¡Tu Palabra me da vida, confío en Ti, Señor, Tu Palabra es eterna, en Ella esperaré!”
Esté es un esfuerzo conjunto entre la Fundación Ramón Pané y Zenit