Miércoles X de la Semana del Tiempo Ordinario
Reflexión de los Evangelios diarios
Invocamos al Espíritu Santo
“Ven a mi vida Espíritu Santo y lléname de alegría y paz, pues mi corazón te necesita y dale sabiduría a mi mente para poder entender la Palabra de Dios. Amén”
Evangelio según San Mateo 5, 17-19
“No piensen que llegué para acabar con la Ley de Moisés o las enseñanzas de los Profetas. No vine a terminarlos, sino a darles todo su valor. Les digo ciertamente que mientras dure el cielo y la tierra, no se perderá nada de la Ley, ni la más mínima letra, ni ningún acento hasta que todo se haya cumplido. Por lo tanto, cualquiera que desobedezca el menor mandamiento y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el Reino de los Cielos. Pero quien obedezca la Ley y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el Reino de los Cielos”.
Palabra del Señor
¿Qué dice el texto?
“Pero quien obedezca la Ley y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el Reino de los Cielos”.
¿Qué nos dice Dios el día de hoy a nosotros a través de este texto?
Muchas personas piensan que Jesús fundó una nueva religión y destruyó la propia. Pero no es así. Jesús nació en el pueblo judío, allí vivió, aprendió sus leyes y costumbres y siempre las cumplió. Aquí vemos claramente que Él mismo nos invita no sólo a obedecer la Ley, sino también a enseñar a los otros a cumplir y obedecer.
El movimiento de las frases de Jesús es doble: Cumplir (hacia adentro), enseñar (hacia afuera).
Es bueno que nosotros nos preguntemos ¿cómo estamos hacia adentro? Es decir, Jesús quiere que tengamos una persona y una personalidad única. ¿Cuántos casos de desdoblamientos de personalidades hay en estos días…? Asusta ver cómo tantas personas tienen una personalidad diversa, ya sea en la Iglesia, ya sea en su trabajo, ya sea en su vida privada… Tristemente no nos salvamos en la Iglesia y tanto daño nos hace este tema tan escabroso. Pareciera que los medios de comunicación modernos han sacado a relucir este problema. Jesús nos pide una identidad, una identificación de persona y personalidad, sabiendo que es difícil, pero no imposible.
Pero también nos preguntamos hacia fuera: ¿Qué hacemos específicamente para enseñar a los demás las grandes leyes y valores del cristianismo? Pensemos en primer lugar que nuestra persona debe ser ya una fuente de inspiración cristiana para los demás. Los grandes valores que encontramos en la Sagrada Escritura han fundado países, grupos humanos, etc. Y nosotros debemos ser como los abanderados que llevan esta bandera de los valores. Honestidad, honradez, patriotismo, cultura, respeto por los demás, igualdad, libertad, fraternidad, tantos otros valores que en el fondo sabemos que nos vienen de la Palabra de Dios que debe cumplirse.
Hoy no es fácil vivir una vida única, muchos factores culturales nos llevan a dispersarnos, pero el ideal cristiano nos une y nos invita a ser tan emotivamente eficaces en llevar adelante estos principios. Cada uno en su pueblo tiene unos líderes y próceres que han fundado las naciones. ¿Te has preguntado cuántos valores cristianos nos legaron? Es bueno definirse y defender los valores cristianos, en todo momento, desde nuestras redes sociales hasta el momento más personal e íntimo que tenemos con nosotros mismos y con Dios.
Te invito a que repitas hoy varias veces una estrofa de uno de los salmos más largos, el 119, que en el versículo 97 dice así:
¡Cuánto amo tu ley! Sobre ella medito todo el día.
Esté es un esfuerzo conjunto entre la Fundación Ramón Pané y Zenit