Solemnidad de la Anunciación del Señor
Jueves de la V Semana de Cuaresma
«Yo soy la servidora del Señor»
📘 Primera Lectura: Libro de Isaías 7,10-14.8,10b
«Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas».
Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al Señor.»
Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?.
Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel.
Hagan un proyecto: ¡fracasará! Digan una palabra: ¡no se realizará! Porque Dios está con nosotros.
📗 Salmo: 40(39),7-8a.8b-9.10.11
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: “Aquí estoy.
En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón».
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.
No escondí tu justicia dentro de mí,
proclamé tu fidelidad y tu salvación,
y no oculté a la gran asamblea
tu amor y tu fidelidad.
📖 Segunda Lectura: Carta a los Hebreos 10,4-10
Hermanos:
Es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados.
Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo:
«Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo.
No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios.
Entonces dije:
Aquí estoy, yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Ley- para hacer, Dios, tu voluntad.»
El comienza diciendo: Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley.
Y luego añade: Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo.
Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
📖 Evangelio San Lucas 1, 26-38
Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.
Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
[Porque el Angel del Señor descendía cada tanto a la piscina y movía el agua. El primero que entraba en la piscina, después que el agua se agitaba, quedaba curado, cualquiera fuera su mal.]
Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años.
Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres curarte?».
El respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes».
Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina».
En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado,
y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla».
El les respondió: «El que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y camina'».
Ellos le preguntaron: «¿Quién es ese hombre que te dijo: ‘Toma tu camilla y camina?'».
Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.
Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía».
El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.
Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
Palabra del Señor