«Maestro, ¡que pueda ver!»
Hno Ricardo Grzona, frp
Cristian Buiani, frp
PRIMERA LECTURA: Jeremías 31, 7-9
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 126(125), 1-2ab.2cd-3.4-5.6
SEGUNDA LECTURA: Hebreos 5, 1-6
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
TEXTO BÍBLICO: Marcos 10, 46-52
46 Vinieron a la ciudad de Jericó y cuando Jesús salía de la ciudad con sus discípulos y una gran multitud, un ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto a la carretera pidiendo limosna. 47 Cuando escuchó a alguien decir que era Jesús de Nazaret quien pasaba, el ciego comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”
48 Muchas personas lo reprendían y le decían que se callara, pero él gritaba aún con más fuerza: “Hijo de David, ¡ten piedad de mí!”
49 Entonces Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Llamaron al ciego y le decían: “¡Ánimo! ¡Levántate porque te está llamando!”
50 Bartimeo, arrojando su manto, se levantó saltando y fue al lugar donde estaba Jesús.
51 Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le dijo: “Maestro, ¡que pueda ver!
52 Jesús le dijo: “Vete ¡tu fe te ha salvado!” De inmediato comenzó a ver y seguía a Jesús por el camino.
TRADUCCIÓN DEL NUEVO EVANGELIZADOR
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico
Este domingo trigésimo del tiempo ordinario culminamos la lectura del Evangelio de San Marcos en su décimo capítulo, con el que veníamos reflexionando en las últimas semanas. Los hechos ocurridos en este relato se desarrollan en Jericó, antigua ciudad situada cerca del río Jordán, hoy presente en el Estado de Palestina.
Allí llega Jesús, acompañado de sus discípulos, y de una gran multitud. Uno de los protagonistas es Bartimeo, hijo de Timeo, que es ciego y mendigo del pueblo de Jericó. En este tiempo quienes eran ciegos, o poseían alguna limitación física o enfermedad, estaban “condenados” a la exclusión, de allí que dice la lectura que este ciego era un mendigo. Una curiosidad que nos aporta el relato es el nombre del ciego, ya que en tantos otros casos se nombra a ciegos, lisiados o enfermos que son curados, pero inusualmente se dice algo acerca de quienes son, o como se llaman. Bartimeo se entera de que Jesús esta en su pueblo, y que pasaría cerca de donde él se encontraba. Bartimeo como tantos otros en la región habían escuchado hablar de Jesús, las palabras de este llegaban a sus oídos, y sin conocerlo personalmente afirmaban que Jesús era el Mesías que tanto esperaban.
Es por eso que al momento en que Jesús pasa cerca, este grita con toda su fuerza “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí”. Bartimeo a través de esta expresión es el primero en llamar a Jesús, “Hijo de David”. Este es el título por excelencia que los judíos daban al futuro Mesías, de quien se esperaba la restauración del reino de David. En este momento de la vida de Jesús, se iba despertando con mayor fuerza la imagen de Jesús como Mesías, y a la vez que algunos lo reconocían como tal, otros buscaban motivos para condenarlo. Poco atrás había ocurrido la confesión de fe del apóstol Pedro, ahora era aclamado por un ciego con el título “Hijo de David”, y luego de esto ocurriría su entrada mesiánica en Jerusalén. Recordemos que el evangelio de San Marcos, se esfuerza en destacar la humanidad de Jesús, y a partir de ella, nos lleva progresivamente a descubrir en él al Hijo de Dios, el Mesías.
A las aclamaciones del ciego, surgían amonestaciones de los presentes para que se callara. No toleraban que un mendigo moleste a su maestro. Pero Jesús no es un maestro más, sino que es “el Maestro”. Por eso no es indiferente, ni sigue de largo en su camino, sino que se detiene y pide que lo llamen. Posiblemente conmovido por el modo con que el ciego lo llamaba. Lo hace llamar a través de los mismos hombres que hacían callar a Bartimeo.
“¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Ante estas palabras podemos imaginar la reacción de Bartimeo. Jesús, el Hijo de Dios y Mesías se detiene por él, y lo llama. Se detiene por un hombre que dice una verdad fundamental, que Jesús es el Mesías. Y quien lo dice, no es un doctor de la Ley, ni un letrado o estudioso, es un simple mendigo. Dice el relato que se pone de pie de un salto, arroja su manto (que es lo único que tiene), y sale al encuentro de Jesús.
Al encontrase, Jesús le pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?”. Ante Bartimeo se abre una gran pregunta, que sólo su respuesta puede llenarla de sentido: “Maestro, que recobre la vista”, el mendigo no pide una limosna, o un bien material. Quiere recobrar la visión, que lo hará capaz de ver con claridad, y superar obstáculos. Esta imagen de la visión esta íntimamente relacionada a la Fe, que en sí misma es luz que permite conocer la verdad, iluminar el camino, y conducir a Dios.
De allí que la respuesta de Jesús es “vete, tu fe te ha salvado”. Y al recuperar la vista, siguió a Jesús por el camino. Es decir se hizo discípulo del Señor.
Reconstruimos el texto:
- ¿En qué lugar ocurren los hechos de este relato?
- ¿Quiénes acompañaban a Jesús?
- ¿El relato presenta un mendigo ciego, como se llamaba? ¿De quien era hijo?
- ¿Dónde se encontraba Bartimeo en ese momento?
- ¿Con qué título aclamaba a Jesús?
- ¿Qué dijo Jesús al detenerse por los gritos?
- ¿Cómo reacciono el ciego al ser llamado por Jesús?
- ¿Cuál es la pregunta que le dirige Jesús a Bartimeo? ¿Y que le responde?
- ¿Qué es lo que ha salvado a Bartimeo, dice Jesús?
- ¿Qué hace Bartimeo al recobrar la vista?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
- ¿Qué siento al saber que Jesús, pasó y sigue pasando por el camino de mi vida? ¿Me cuesta reconocerlo? Y al reconocer que es Jesús quien pasa junto a mí, ¿que hago, que le digo? ¿Me atrevo a decirle “Jesús, ten piedad de mí”, como lo hizo Bartimeo?
- ¿Cuáles son mi propias “cegueras”? ¿Estoy dispuesto a “recuperar la visión”, o prefiero continuar en la oscuridad? ¿En que rincones “oscuros” de mi vida, debe iluminar la luz de Cristo? ¿En que cosas o situaciones escondo la mirada? ¿Qué es lo que debo comenzar a ver?
- ¿Recuerdo en qué momento Jesús se detuvo en mi camino, y mirándome me llamó? ¿Y si hoy vuelve a detenerse, en qué lugar del camino me encontrará? ¿Qué experimento al saber que Jesús, a pesar de mis “cegueras” me llama?
- ¿Alguna vez tuve la tentación de hacer callar a alguien que profesaba que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Por qué? ¿Busco eliminar los sentimientos de intolerancia para con aquellos que profesan su fe, desde una confesión diferente a la mía?
- ¿Y si Jesús me preguntara “que quieres que haga por ti”, que le respondería? ¿Le pediría que la luz de la fe ilumine mi vida, o me perdería en algún otro pedido efímero y superficial? ¿Y en la oración, que le pido a Jesús?
- Bartimeo dejo su manto, y yo, ¿qué he dejado por seguir a Jesús? ¿De qué me debo desprender aún y no puedo? ¿Le pido al Señor que me ayude?
- ¿Comprendo que la Fe es lo único que me salva, y no así los bienes materiales, o los éxitos personales? Por lo tanto, ¿busco acrecentar y fortalecer esta Fe?
- El haber conocido a Jesús, ¿me hizo seguirlo? ¿Entiendo que soy discípulo, porque mi maestro salió a mi encuentro, y así lo conocí?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
“Señor, que yo vea”
Señor:
Que yo vea claramente la maldad de mis pecados y me arrepienta sinceramente de todos ellos.
Que yo vea la vaciedad del egoísmo y comprenda que sólo “quien pierda su vida por amor al Evangelio se salvará”.
Que yo vea la razón de mi existencia y comprenda el sentido de mi vida.
Que yo vea Tu presencia en nuestro mundo y entienda que Tú nunca nos abandonas.
Que yo vea lo que quieres de mí y me entregue por entero al cumplimiento de Tu voluntad.
Que yo vea la grandeza de Tu amor y me decida a amarte con todas mis fuerzas y todo mi ser.
Que yo vea Tu rostro en el rostro de mi prójimo y lo ame como a mí mismo.
Que yo vea Tus huellas en el camino, para que también yo pueda seguirte.
Que yo vea con fe el camino de la Cruz y me anime a seguirlo para encontrarte al término.
Que yo vea un día la Jerusalén del Cielo y allí pueda contemplar eternamente Tu Gloria.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor.
Añadimos nuestras intenciones de oración y decimos:
Amén.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:
«Maestro, ¡que pueda ver!»
(Versículo 51)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a observar las cegueras que me impiden encontrarlo. Es por eso que pensaré, y analizare si es posible mediante un examen de conciencia, las situaciones en las que actué como ciego, siendo indiferente a Dios y a los demás. Me propondré reparar estas situaciones saliendo al encuentro de las personas que invisibilicé, llamándolas o visitándolas, y dejándoles un recuerdo.
En el grupo, nos comprometemos a ser una comunidad con la mirada atenta a Dios y al hermano. Pensamos en aquellas personas que están como Bartimeo a la orilla del camino, para ir a su encuentro, y preguntarles como Jesús lo hizo, que es lo que necesitan. Ayudando en la medida de las posibilidades en lo que nos piden.