Miércoles de la III Semana de Pascua
Reflexión sobre los Evangelios diarios
Invocamos al Espíritu Santo
Ven hoy a mi vida Espíritu Santo, te invoco de todo corazón, hazme entender la Palabra de Dios para vivir con gozo. Amén.
Evangelio según San Juan 6, 35-40.
Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.
Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.
La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”.
Palabra del Señor.
Lectura, ¿Qué dice el texto?
El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.
Ustedes me han visto y sin embargo no creen.
¿Qué nos dice hoy Dios a través de este texto?
El Evangelio de hoy comienza con la misma frase que terminamos el de ayer. Es un tema recurrente el de la cercanía a Jesús y la fe para creer en Él. Porque el que lo sigue a Jesús, nunca tendrá hambre y el que cree en Él nunca tendrá sed.
Es posible que en las situaciones límite en que vivimos, pareciera que estas frases son más para quienes viven aislados de las comunidades y se quieren separar del mundo (así como hacen ciertos monjes estilitas). ¿Cómo podríamos leer este texto, sabiendo que tantas personas en el mundo están perdiendo sus trabajos y se les dificulta alimentar a su familia? ¿Cómo puedo hoy entender y creer este texto? Tal vez la frase siguiente, la respuesta de Jesús, debería aportarnos algo para nuestro entendimiento, porque nosotros hemos visto los prodigios del Señor, y aún nos cuesta creer. Claro, hemos visto esos prodigios cuando tal vez no teníamos las necesidades de ahora. Y por eso pasaban a formar parte de nuestra “vida cotidiana”, esa vida que hoy anhelamos. Pero la situación ha cambiado, si bien nos resultaba difícil encontrar a Dios en las actividades de todos los días, hoy, pareciera que se hace el escurridizo. ¿Es que Dios está jugando a las escondidas?
Esta sería una hermosa oportunidad para ver cómo poder compartir con el que está más afectado que yo. Y posiblemente con nuestra reflexión y compartir podamos entender mejor esta frase de Jesús: “que no se pierda ninguno”. Aquí es donde entra nuestro sentir cristiano, nuestra vida de discípulos que siguen al Señor y creen en el contra toda adversidad. Es el momento de la prueba, es el momento de decir en medio de la noche oscura: Creo, Señor. Creo en tu promesa. Creo en Ti, anhelo la vida eterna.
Hoy, en medio de las dificultades, es el momento de hacer viva nuestra esperanza y como diría San Pedro; “Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen.”
El Profeta Jeremías dice: “Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza” (Jer 29,11). Tenemos hoy la posibilidad de poner esta frase en primera persona, y devolver en oración. Repitamos entonces muchas veces esta oración desde el fondo de nuestro corazón:
“SABEMOS LOS PLANES QUE TÚ TIENES PARA NOSOTROS, PLANES PARA NUESTRO BIENESTAR Y NO PARA NUESTRO MAL, A FIN DE DARNOS UN FUTURO LLENO DE ESPERANZA”
Esté es un esfuerzo conjunto entre la Fundación Ramón Pané y Zenit